Por la necesidad de los antiguos pobladores de nuestro país de lidiar con
el ganado, especialmente el caballar y el vacuno que abundaba en las extensas
tierras de lo que era la Nueva España, ya fuera jineteando, amansando
o arrendando, utilizaron, entre otros implemento, la reata, con
la que desarrollaron una habilidad extraordinaria.
La exquisita sensibilidad del charro para manejar la soga ha hecho del
floreo de reata un verdadero arte, pleno de gracia y dominio.
Se llama florear la reata a la acción de soltar la lazada y, antes de que
cierre, dar a la soga un efecto que permita que la lazada vaya abriéndose
El floreo de reata
a la voluntad del charro y gire en derredor de quien la maneja. Es producto
de arduos entrenamientos y de gran inspiración de los que surgen
mil filigranas o movimientos que emulan a algún objeto.
La reata que usa el charro es una cuerda torcida que está hecha de ixtle
(fibra) de maguey, que es una planta de la familia de las amarilidáceas,
crece en México y tiene diversas variedades, como la lechuguilla o la pita.
Todas estas plantas son muy similares entre sí y son muy características
de nuestros suelos mexicanos.
Las reatas, para su uso, deben quedar de un temple especial que sólo se
va conociendo con la práctica diaria y a gusto de cada charro, ya que las
reatas muy duras no sirven y las muy flojas pueden ocasionar algún accidente,
especialmente cuando pealan ganado caballar, menos para florear.

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